No lo pensé

No lo pensé

Mi nombre es Adela, trabajo en una empresa de distribución de productos de papelería para pequeñas empresas y hoy ha sido el primer día de trabajo después de una semana de vacaciones. 

Soy la encargada de atender los pedidos por teléfono. Me gusta pensar que una parte del incremento de clientes que ha habido en la empresa desde que yo entré se debe a mi buen trabajo. Trato siempre de tener una sonrisa y de preocuparme genuinamente por las necesidades de quien llama. Es algo que aprendí en un curso de venta telefónica y debo reconocer que funciona. No solo en el trabajo, también en mi vida personal, pero eso es otra historia. Volvamos a mi vuelta al trabajo.

Me gusta mi trabajo, pero no te creas que iba dando saltos de alegría. Hubiese firmado por otra semanita de vacaciones.

Al llegar a la oficina me crucé con mi encargada, Elena. Después de preguntarme por mis vacaciones, me preguntó si había comentado a nuestros clientes que estaría fuera toda la semana. Ella sabía que preferían hablar conmigo en vez de con otra persona.

—No, ya sabes que evito decírselo. Para que no pase como el año pasado, que dejaron de llamar esa semana y casi no pudimos atenderles a tiempo cuando yo volví al trabajo porque se juntaron las llamadas de las dos.

—Pues no ha habido ninguna llamada esta semana —dijo Elena.

—¿Ninguna? —pregunté sorprendida.

—Hemos pensado que sería por eso y no le hemos dado más importancia. Ya estamos preparados para lo que venga estos días.

Yo me fui directa a mi puesto de trabajo preparada para la avalancha de llamadas. Durante la primera media hora no entró ninguna llamada, pensé que era extraño, así que levanté el teléfono para comprobar que estuviese bien la línea.

—¡No hay línea! —grité.

Elena, que estaba cerca, se acercó a mí.

—¿Cómo que no hay línea? – preguntó.

—¿A nadie se le ha ocurrido levantar el teléfono para verificar que estuviese bien? ¿No os ha resultado extraño que NADIE llamase durante toda la semana?

Elena se puso colorada.

—Asumimos que era porque tú no estabas y no investigamos nada más.

En ocasiones nos quedamos con la respuesta más obvia, sin plantearnos que puede ser equivocada. No importa lo convencido que estés de una idea, no la conviertas en dogma. Siempre es mejor dejarla a nivel de creencia. Cuando dices: «creo que…», estás asumiendo que es TU opinión, que puede no ser la única acertada y dejas la puerta abierta a nuevas posibilidades.

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