El supermercado de los pensamientos
Autor desconocido
El supermercado de los pensamientos
La protagonista de esta historia se llama María. Es una empresaria de éxito. Una mujer que un día decidió cumplir el sueño de su infancia y creó un negocio del que viviría toda la vida. Ese negocio le fue bien, muy bien. Tanto fue así, que abrió varias sucursales de su empresa y llegó a tener decenas de empleados. A día de hoy, la empresa sigue funcionando a buen ritmo. Factura varios millones de euros al año y opera en varios países. Sin embargo, el sueño de su infancia absorbe la mayor parte de su tiempo.
María tiene dos hijos, Valentina y Marcos, de siete y nueve años respectivamente. Entre su trabajo y las actividades que estos tienen los fines de semana, pasa con ellos una media de veinte horas a la semana. Es decir, menos de un día en total. Siente mucha angustia por ver que sus hijos están creciendo y que ella no está siendo partícipe del proceso.
La relación con su marido, Roberto, ya no es lo que era. A penas se ven y, cuando lo hacen, sus palabras fundamentalmente transmiten rencor. Siente pena cada vez que le mira, pues aquel Amor que les unía ya no se hace palpable.
María está cansada. La vida le pesa mucho. Siente como si estuviese sola en las profundidades marinas con varios kilos de plomo en sus bolsillos y con una bombona de oxígeno a punto de consumirse. Si no suelta lastre, morirá ahogada.
En su afán por mejorar su vida, decide contratar los servicios de un coach que le ha recomendado
Beatriz, una amiga suya. Ella pasó por una época similar hace ya algún tiempo y le vino muy bien trabajar con este profesional.– ¿Hola? ¿Eres Pedro?
– Sí, buenos días.
– Pedro, soy María. Me ha dado tu teléfono Beatriz González.
– ¡Ah! ¡Hola María! ¡Encantado de saludarte! ¿En qué puedo ayudarte?
María cuenta a Pedro su situación personal y acuerdan una cita para la semana siguiente en el despacho del hombre.
Durante toda la semana ella está bastante inquieta por el encuentro. Nunca le ha gustado contarles su vida a desconocidos, a pesar de que se trate de un profesional en la materia. Sin embargo, cuando la mujer cruza la puerta del estudio del coach, la inquietud desaparece de golpe. Enseguida percibe que se trata de un lugar especial, un espacio muy amplio y acogedor, con mucha luz natural. Hay un par de sillones muy cómodos, una alfombra, una estantería con varios libros y algunas plantas muy bien cuidadas. Pedro transmite mucha confianza y parece saber lo que se trae entre manos.
María toma asiento cautelosamente en uno de los sillones, colocando sus brazos sobre sus piernas.
Toma aire profundamente y aspira el agradable olor a flores que puebla la sala. Pedro comienza con algunas cuestiones para conocer qué es exactamente lo que mueve a María a contratar sus servicios.
Cuando tiene información suficiente, le pregunta:
– María, ¿cómo te gustaría que fuese tu vida?
– Verás Pedro, querría pasar más tiempo con mis hijos, darles amor y compartir cosas con ellos. A penas los veo… Tanto es así que, a veces, tengo la sensación de que me consideran una extraña.
También querría sentir que existe Amor entre mi marido y yo. Hace tiempo que se ha esfumado. Para que te hagas una idea, casi no nos miramos. Es como si, simplemente, fuésemos compañeros de piso.
Por otro lado, me gustaría que mi empresa funcionase sin que fuese necesaria mi presencia. Siento que mi sueño ha absorbido mi vida y que ya no soy capaz de renunciar a él. Para terminar, me gustaría considerar a mis empleados como compañeros de trabajo e, incluso, como amigos. Cuando entro por la puerta de la oficina me siento muy sola. Nadie se acerca a mi para preguntarme cómo me siento. En definitiva, busco un poco más de Amor en los principales ámbitos de mi vida.
– Entiendo… ¿Qué podrías hacer tú para que esto fuese así?
– En realidad nada, Pedro. Siento que las circunstancias me han superado y estoy a merced de ellas.
La conversación continúa en esta línea durante un buen rato, mientras Pedro hace preguntas a María con el objetivo de que ella, poco a poco, vaya tomando consciencia de su situación. Rápidamente llegan al punto clave:
– María, me gustaría saber qué piensas cuando quieres bajar el ritmo en tu trabajo y no te lo permites…
– Mmmm, esa no es una pregunta fácil. La verdad es que nunca me he parado a observarlo…
Aunque, ahora que lo dices, lo que pienso es que tengo que dedicarle mucho tiempo al trabajo para darles las mejores circunstancias a mis hijos.
– Interesante… ¿Piensas alguna cosa más?
– Sí, que tengo que triunfar para satisfacer a mis padres.
– Te felicito por la sinceridad contigo misma, María. – Pedro, mientras apunta un par de cosas en sus papeles sigue preguntando a la mujer: – ¿Y qué es lo que piensas cuando ves a tu marido?
– Que ya no le gusto…- Los ojos de la mujer se humedecen y su voz se quiebra.
Pedro, decide pasar por alto esa emoción y continúa con las preguntas:
– ¿Y sobre tus empleados? ¿Qué piensas al respecto de ellos cuando entras a la oficina?
– Que soy la jefa y que tengo que ser muy cautelosa con mi manera de relacionarme con ellos.
Tras terminar de anotar las respuestas de María, el hombre hace un silencio de varios segundos, se incorpora hacia adelante y dice:
– María, si mantuvieses estos pensamientos durante mucho tiempo más, ¿cómo sería tu vida dentro de varios años?
– Un desastre, Pedro. Estaría divorciada, a penas conocería a mis hijos y sería un jefa huraña e inaccesible. No quiero que eso sea así.
– ¿Qué pasaría si tus pensamientos fuesen otros? Imagina que cambias esa forma de pensar tan limitante, con respecto a estos ámbitos de tu vida, hacia un pensamiento mucho más potenciador.
¿Cómo sería tu vida dentro de unos meses?
– Sin duda sería distinta, aunque no termino de verlo claro. ¿Podrías ponerme un ejemplo?
– Sí claro. Si te parece, usaré el ejemplo de tus hijos. Hoy piensas que las mejores circunstancias para ellos son aquellas en las que hay abundancia económica y oportunidades. Eso, según me dices, te limita. ¿Qué pasaría si pensases, por ejemplo, que las mejores circunstancias son aquellas en las que hay Amor?
– Haría todo lo posible por pasar tiempo con ellos. ¡Pero no es tan sencillo, Pedro! ¡Ojalá pudiese escoger cambiar mis pensamientos así como así!
– No te preocupes, ahora vamos con eso. Lo importante, en este momento, es ver las consecuencias que provocan en tu vida determinados pensamientos.
– Eso lo he visto clarísimo. Sé que si cambio mis pensamientos, cambiarán mis circunstancias. Sin embargo, no sé pensar de una forma diferente.
– ¡Estupendo!- Dice el hombre contento por que su clienta haya tomado consciencia de que algunos de sus pensamientos provocan un efecto devastador en su vida.
Pedro, continua hablando a la mujer:
– María, te invito a que me acompañes a una tienda muy especial que hay a la vuelta de la esquina.
Me gustaría que la conocieses y que te dieses una vuelta por sus pasillos.
– Claro, como no.- Responde ella.
Los dos bajan las escaleras que llevan a la calle charlando de cosas intrascendentes. Andan escasos veinte metros desde el edificio donde Pedro tiene su despacho y llegan a un comercio de aspecto poco atrayente. Es bastante antiguo y sus cristales están muy sucios. El letrero esta roto y muy descuidado, aunque se puede leer lo siguiente: “Supermercado de los Pensamientos”.
Pedro invita a María a pasar y ésta, un tanto recelosa, acepta la invitación. El mostrador de la tienda cuenta con una iluminación muy tenue y está presidido por un señor de aspecto peculiar. Sin duda, para gestionar un negocio que se llama “Supermercado de los pensamientos” tiene que tener un apariencia singular.
Pedro saluda efusivamente al dueño:
– ¡Hola Manuel! ¡buenas tardes! ¿Cómo te sientes hoy?
– ¡Hola Pedro! Muy bien ¿y tú? Hoy la cosa parece estar bastante tranquila ¿Quién te acompaña?
– Mira Pedro, ésta es María, una amiga.
– Encantado de saludarla, María. Pedro trae a este establecimiento a muchas personas y todos se van de aquí con una sonrisa en la cara. ¿Ya le ha contado qué es lo que hacemos en esta atípica tienda?
– No, de hecho estoy expectante.- Dice tímida la mujer.
– Este es el Supermercado de los Pensamientos. Aquí tenemos todos los pensamientos del mundo.
Desde los más potenciadores hasta los más limitantes. Todos están en nuestro almacén. Puede comprar todos los que quiera, no son caros. Por si le sirve, el más vendido es “Tengo un valor incalculable”. Se encuentra en el pasillo 3, bloque 2, estante B. Si hay alguno que quiera y no estuviese en los estantes, podemos crearlo para usted.
María mira a Pedro asombrada. No puede creer que aquello esté pasando. Su mirada, a parte de asombro, reclama una explicación. El hombre se apresura a dársela:
– Dijiste que no sabías cómo pensar de una manera diferente…
– Es verdad, pero…
– ¿Pero? ¿Quieres cambiar, María?
– Sí, sí. ¡Claro que quiero!
– Entonces te sugiero que des una vuelta por los pasillos y escojas unos cuantos pensamientos nuevos.
Antes de que la mujer se adentre en el atípico bazar, Manuel le cuenta las reglas de la tienda:
– Por cada pensamiento nuevo que se lleve, María, tendrá que dejar uno que ocupe su espacio. Si se lleva cinco pensamientos nuevos, tendrá que dejar en sus respectivos lugares cinco pensamientos que usted posea actualmente.
La mujer asiente y, decidida, pasa al interior del almacén, donde permanece al menos una hora.
Cuando sale, su rostro es diferente: mucho más luminoso y feliz, más ligero… ¡Luce mucho más bella! Pedro y Manuel, que estaban teniendo una interesante conversación sobre la evolución de los pensamientos más vendidos a lo largo de la historia de la tienda, se sorprenden del cambio del aspecto físico de la mujer. ¡Ha rejuvenecido varios años!
El coach se dirige a ella, invitándola a subir de nuevo a su despacho.
Antes, ella hace el amago de pagar a Manuel por los servicios prestados. Pedro intervine rápidamente diciendo:
– No te preocupes, ya lo arreglo yo con Manuel. Suficiente esfuerzo te habrá costado dejar algunos pensamientos en la estantería.
Ya de vuelta en el estudio de Pedro, ambos toman asiento e intercambian impresiones sobre lo ocurrido en el Supermercado de los Pensamientos.
– Pedro, ha sido una gran experiencia. Gracias por haberme invitado a visitar esa tienda. Jamás la olvidaré.
– ¡Me alegro mucho! No deja indiferente a nadie. Para seguir con nuestra sesión, me gustaría saber qué pensamientos nuevos has cogido y cuáles has dejado.
– Verás Pedro, he dejado el pensamiento “Tengo que dedicarle mucho tiempo al trabajo para darles las mejores circunstancias a mis hijos” y he cogido “las mejores circunstancias para mis hijos son aquellas en las que hay Amor”.
– ¡Ah! ¡Qué interesante! ¿Qué más?
– “Tengo que triunfar para satisfacer a mis padres” lo he cambiado por “voy a satisfacerme a mi misma”.
– ¡Ese es bueno, María! ¿Hay alguno más?
– Sí, he soltado el pensamiento “no le gusto a mi marido” y he cogido “voy a reconquistarle”.
– ¡Ese es un buen cambio! Seguro que tienes alguno más… ¡Has estado casi una hora!
– Sí, aunque es el último. He cambiado “Soy la jefa y que tengo que ser muy cautelosa con mi manera de relacionarme con mis empleados” por “voy a hacer que mis empleados se sientan como en su casa”.
– María, ¿qué efecto crees que van a tener estos cambios en tu vida?
– Pedro, el efecto será radical. Pasaré de lamentarme porque no le gusto a mi marido a esforzarme por conquistarle. Trabajaré para que mis empleados sean felices en mi empresa. Generaré un entorno que me permita pasar más tiempo con mis hijos. En definitiva, tendré mucho más Amor en mi vida.
– ¿Qué aprendizaje sacas de todo esto?.
– Uno muy importante: Mis pensamientos limitantes me van destruyendo poco a poco. He pasado de ser víctima de mis propias circunstancias a poder actuar sobre ellas para producir un cambio. Me siento dueña de mi vida. ¡Muchas gracias!
***
La vida de María podría ser la de cualquiera de nosotros. A veces ocurre que los pensamientos que un día nos llevaron hasta lo más alto, sencillamente, se han convertido en un lastre y dificultan nuestro avance. Cuando eso pasa, lo más sensato es tomar la decisión de cambiarlos por otros pensamientos que sean un motor para nosotros, motor que nos empujará a lo largo de nuevos caminos. No es un proceso sencillo, pues en el fondo, al renunciar a nuestros pensamientos nos estamos matando a nosotros mismos, a todo lo que hemos creado. Sin embargo, es un proceso necesario para volver a disfrutar con la Vida.
¿Qué pensamientos cogerías tú en el supermercado de los pensamientos? ¿Cuáles dejarías? ¿Qué idea tienes que introducir en tu mente para que todo cambie
Fuente: http://hazlodiferente.com/el-supermercado-de-los-pensamientos/
Enhorabuena Ana, es precioso!!
Que cuento más enriquecedor. Nos cuesta soltar pensamientos que impiden nuestro avance y que de lograrlo nos convertirían en la persona que deseamos ser.
Me encantó este cuento ya que no nos damos cuenta de cuan importantes son nuestros pensamientos y creencias