El racimo de uvas
En un pueblo recóndito de la India, donde casi no se conocen las frutas, un niño hizo un encargo a una señora. Ésta, como pago, le regaló un precioso racimo de uvas. El niño colocó el racimo entre sus manos. Aquella tarde calurosa, ¡qué bien le venía ese racimo! Pero el niño pensó: “mi padre está trabajando en el campo y estará cansado y sediento. Le llevaré a él el racimo”. El padre lo recibió con mucha alegría, pero pensó: “lo guardaré para mi hija cuando me traiga la merienda. Ella está sin hambre y quizás se las coma a gusto”. Cuando la niña recibió el racimo de manos de su padre, gritó de felicidad. Pero de vuelta a casa, durante el trayecto, pensó: “guardaré este racimo para mi madre, la pobre estará cansada… y casi no se puede permitir comer fruta” Aquella noche, cuando toda la familia acabó de cenar, la madre anunció: “¡tengo una sorpresa de postres…!”. Y puso sobre la mesa aquel precioso racimo de uvas que nadie había comido durante el día.
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