“Había una vez un leñador que se presentó a trabajar en una maderera. El sueldo era bueno y las condiciones de trabajo también, así que el leñador se sintió muy contento con su nuevo empleo.
El primer día se presentó al capataz, que le dio un hacha y le asignó una zona del bosque. El hombre, entusiasmado, salió al bosque a talar. En un solo día cortó dieciocho árboles.

El capataz le felicitó y le dijo que siguiera en la línea. Animado por estas palabras, el leñador se decidió a mejorar su propio trabajo al día siguiente. Así que esa noche se acostó temprano.

A la mañana siguiente se levantó muy temprano y se fue al bosque. A pesar de todo su empeño no logró talar más que quince árboles.

–Debo estar cansado –pensó. Y decidió acostarse con la puesta del sol para recuperar fuerzas.

Al amanecer se levantó decidido a batir su marca de dieciocho árboles. Sin embargo, ese día no llegó ni a la mitad. Cada día talaba menos y el último día estuvo toda la tarde tratando de talar su segundo árbol.

Preocupado por lo que diría el capataz, el leñador fue a contarle lo que le estaba pasando, asegurándole que se estaba esforzando hasta los límites del desfallecimiento. El capataz le preguntó:

–¿Cuándo afilaste tu hacha por última vez?

–¿Afilar? No he tenido tiempo para afilar. He estado demasiado ocupado talando árboles”.

 

Este cuento se le he leido a Jorge Bucay, a José Carlos Bermejo y está en muchos sitios en Internet.    Me parece un buen cuento para empezar esta serie de cuentos.  Da igual todo lo que sepas sobre positividad, siempre viene bien aprender nuevas herramientas para seguir siéndolo.

 

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