Doctora Dibujos
Tita cobró vida a medianoche, igual que todos los demás dibujos de aquel día de colegio.
– Por favor, formen una fila ordenada – decían unos amables policías- el Doctor Dibujos revisará a todo el mundo.
Mientras esperaba, Tita se enteró de que el Doctor Dibujos era el mejor cirujano del mundo, capaz de arreglar cualquier dibujo, aunque estuviera hecho por niños muy pequeños. Cada noche revisaba los nuevos dibujos y luego operaba a cuantos podía. Pero eran tantos que muchos tenían que seguir viviendo con sus fallos en la zona de los imperfectos, un lugar tremendamente triste.
– ¡Mirad! – gritó alguien – ¡Una Doctora Dibujos!
En un instante se montó un gran revuelo en torno a Tita. Cuando se quiso dar cuenta, ya estaba en la consulta del Doctor Dibujos.
– Eres una doctora un poco rara. Tienes la bata y la cruz, de eso no hay duda. Pero no llevas herramientas y te falta una mano. Además, tienes la cabeza muy grande y una boca enorme. Me costará mucho operarte, pero te dejaré tan bien que podrás operar conmigo. Necesitamos todos los médicos posibles.
– ¿Es obligatorio que me opere, doctor? Me gusta como soy.
– ¿Queeeé?
El doctor se enfadó muchísimo. Nunca nadie había rechazado una de sus magníficas operaciones, y envió a Tita a la zona de los imperfectos.
– ¡Intenta arreglar a todos esos sin operarlos! – gritó furioso con tono de burla.
Tita no se enfadó. Es más, le pareció una gran idea. No tenía herramientas, pero seguía teniendo su bata de médico y su gran sonrisa. Se acercó a un triste jardinero sin nariz y le preguntó dulcemente.
– ¿Cuál es tu enfermedad, qué te hace estar tan triste?
– Nunca podré oler las flores, es lo peor que le podría pasar a un jardinero…
– Pues sí es un problema, pero no creo que sea tan grave ¿Sabías que hay flores preciosas que huelen mal, y por eso nadie las planta? La flor más grande del mundo es una de ellas… Tú podrías tener un jardín único.
Siguieron hablando un ratito. Poco después, sin que hicieran falta operaciones, el jardinero marchó contentísimo a plantar su nuevo jardín. Algo parecido ocurrió con Todopiés, el tristemente conocido niño sin manos, cuando descubrió que sus cuatro pies le convertirían en un futbolista irrepetible. O con la chica de los 20 dedos, que llegó a ser tan buena tocando el piano como haciendo cosquillas.
Los tratamientos de Tita, basados en dejar atrás las quejas y la tristeza y tratar de sacar lo mejor de cada uno, cambiaron para siempre la zona de los imperfectos, convirtiéndola en un lugar alegre y original. Muchos perfectos se fueron a vivir allí. Al final, incluso el Doctor Dibujos visitó a Tita para que le enseñara a practicar su maravillosa medicina, y juntos formaron un magnífico equipo médico.